Observamos en nuestro día a día que el acto de comunicarnos entraña complejidad porque intervienen muchos factores. De todos los que podríamos enunciar, queremos prestar atención a uno en concreto: LA VOZ.
La voz es el medio que utilizas en la vida cotidiana para comunicarte con los demás. Ante ellos apareces de un modo –postura, movimientos, indumentaria y gestos involuntarios- que, ciertamente, da una imagen de tu personalidad; pero es a través de la voz hablada como transmites tus pensamientos y sentimientos con precisión; lo que incluye también la cantidad de vocabulario que posees y las palabras que escoges en cada momento.
Cuanto más sensible y eficaz sea la voz, mejor se adecuará, por tanto, a tus intenciones.”
Estas son palabras de Cicely Berry en su libro La voz y el actor. En efecto, uno/a se reconoce en la forma de utilizar su voz y su cuerpo. Como punto de partida para el trabajo de LA VOZ es necesario precisar cuáles son nuestros hábitos. Algunos nos llevan a crecer y otros van en detrimento nuestro. Al reconocerlos podemos ser capaces de modificarlos y así ir hacia una forma más eficiente y equilibrada.
La conexión entre la voz y el cuerpo es la base de nuestro trabajo. Incluyendo tanto trabajo postural como respiratorio, dicción, proyección vocal, trabajo con el discurso. Y a partir de ahí seremos capaces de, como dice Cicely Berry, hacernos más sensibles y eficaces para expresar exactamente lo que queremos con nuestro discurso.
Añadido a esto observamos las dificultades que nos encontramos cuando tenemos que hablar en público. Efectivamente cuando interviene el público, entran otros factores en juego: la tensión, la autoexigencia, el ser claro y concreto con mis palabras, no atropellarse, intentar que se nos oiga y que se nos entienda.
Para poder vencer estos impedimentos planteamos un espacio de trabajo y experimentación guiado, desde un lado abierto y lúdico para que cada participante pueda poner en práctica todos sus recursos naturales como comunicador.