Un momento de reflexión sobre esta cuestión: ¿hay alguna diferencia entre estas dos afirmaciones?
1. No puede acceder al recinto hasta las 5.
2. Puede acceder al recinto a partir de las 5.
La realidad es clara y la evidencia se impone: las 5 marca el límite entre abierto y cerrado. O, en este ejemplo concreto, el límite entre cerrado y abierto.
Sin embargo, ambas expresiones no son exactamente iguales.
En la primera de ellas, el tope es “las 5”. Así pues, es muy probable que mientras espero, me dedique a pensar en el tiempo que aún queda por transcurrir desde que recibo la información hasta “las 5”.
En el segundo caso, “las 5” se convierte en mi punto de partida, la puerta que se abre y me da acceso al lugar donde poder alcanzar mis objetivos.
Si escucho esta segunda opción, mi ánimo estará mejor “a las 5”, pues me marca el inicio. Seguramente, mi actitud será positiva, lo que me coloca en una posición más ventajosa para andar el camino.
Hablar AL público es elegir “Puede acceder al recinto a partir de las 5”.
Hablar AL público es, por lo tanto, algo más que colocarme delante de unas personas que me miran en silencio, que me observan y que esperan. Personas que esperan de mí. Personas que observan con lupa cada movimiento que hago, cada palabra que digo, que magnifican mis errores -porque esta suele ser la sensación más generalizada cuando de ponerse ante un público se trata, que no tan generalizada cuando de ser público hablamos-.
Hablar AL público es salir al encuentro de personas con las que hablar. Es saber que hay personas que esperan a que yo les hable, con curiosidad. Personas dispuestas a recibirme. Personas con las que deseo establecer un diálogo.
Como es natural, tengo que disponer de cuantos más recursos mejor, desde los puramente técnicos relativos a mi profesión hasta aquellos complementarios como el lenguaje del cuerpo, el manejo de la voz, la oratoria, etc., que me van a ayudar a alcanzar mis metas de una manera más eficaz.